El día veintitrés, hacia el mediodía, sintiéndose bastante mal y no pudiendo retener nada su estómago, dijo al secretario: «Procura que esté aquí, además de ti, otro sacerdote. Necesito que haya uno preparado para administrarme los Santos Oleos».
— Don Bosco — le respondió él — don Miguel Rúa permanece siempre en la habitación de al lado. Por lo demás, usted no está tan grave para hablar de esta manera.
— ¿Se sabe — replicó don Bosco — se sabe aquí en casa que yo estoy tan mal?
— Sí, don Bosco. No sólo se sabe aquí, sino en todas las demás casas y ahora ya en todo el mundo; y todos rezan por usted.
— ¿Para que yo me cure?… ¡Yo me voy a la eternidad!
Texto: Parroquia El Espíritu Santo / Ilustración: Parroquia El Espíritu Santo
Visita nuestras redes |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |